Un acto de amor propio y caridad hacia los demás
Después de muchos meses agotadores de incertidumbre causados por la pandemia del COVID-19, diciembre finalmente trajo una buena noticia a los Estados Unidos: se habían aprobado varias vacunas para combatir el virus.
El anuncio sobre estas vacunas, sin embargo, planteó serias cuestiones morales. En pocas palabras, a menudo surgen preguntas con el desarrollo de vacunas en general porque la investigación que condujo a su desarrollo a menudo ha involucrado tejidos extraídos de abortos.
Como nosotros afirmamos moralmente que el aborto es gravemente inmoral, entonces se nos presenta la cuestión de la moralidad de cualquier beneficio obtenido de esa investigación. Ésta es una preocupación importante y relevante. No se equivoquen: cuando hablamos de tejidos extraídos de abortos estamos hablando de un ser humano abortado, un bebé abortado.
Mis palabras aquí quizás se equivoquen por simplificar demasiado el asunto. Urjo a quienes deseen obtener más información a visitar www.usccb.org/moral-considerations-covid-vaccines. Allí encontrarán detalles de las diferentes vacunas que han sido aprobadas o se espera que sean aprobadas.
Dado las consecuencias tan graves para el mundo en este momento a causa del virus COVID-19, encontramos a la Iglesia afirmando el desarrollo de muchas vacunas. Como consumidores, la mayoría de nosotros probablemente no tengamos la opción de elegir cuáles vacunas están disponibles. Dudo en hablar sobre vacunas individuales aquí porque estoy escribiendo al menos dos semanas antes de que se publique este artículo. Con la información y los datos que cambian a diario, quiero evitar la difusión de información errónea. También debo aclarar aquí que no tengo experiencia en lo que respecta a la eficacia científica y médica de las vacunas. Por supuesto, deben buscar ese consejo en los profesionales de la salud.
El 14 de diciembre de 2020, la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. (USCCB) emitió una declaración en la que aseguraba a los católicos que estar inmunizados contra el COVID-19 es “moralmente permisible y puede ser un acto de amor propio y caridad hacia los demás”. La declaración fue emitida conjuntamente por el Arzobispo Joseph Naumann, Arzobispo de Kansas City en Kansas y presidente del Comité de Actividades Pro-vida; y el Obispo Kevin Rhoades, Obispo de Fort Wayne-South Bend y presidente del Comité de Doctrina.
Para algunos, esta conclusión puede ser simplemente sentido común. Para todos, debería plantear preguntas válidas debido a las conexiones con la investigación científica y la utilización de células de fetos abortados. Pero las cuestiones morales serias exigen considerar seriamente la conciencia por parte de científicos, gobiernos e individuos. La declaración de la USCCB refleja esa consideración moral tan seria, y su conclusión está respaldada por investigaciones previas de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano y la Academia Pontificia de Ciencias.
Varias empresas farmacéuticas distintas están desarrollando vacunas. Sus métodos de investigación varían. La Iglesia Católica ha sostenido durante mucho tiempo que los investigadores deben evitar, si es posible, las vacunas que tengan alguna conexión con el aborto. La declaración de la USCCB identifica algunas investigaciones que han tenido conexiones remotas con procedimientos objetables. Hace más de 50 años, mucho antes de la legalización del aborto en los Estados Unidos, se practicaban abortos y los tejidos de esos fetos abortos se usaban ocasionalmente en la investigación. Desde ese momento, las líneas celulares de investigación se han mantenido vivas. Desde 1968 no se ha involucrado ninguna materia nueva de aborto.
Si bien el uso de materia fetal abortada de cualquier proceso o edad es moralmente objetable, existen diferentes grados de responsabilidad en la cooperación con el mal, es decir, en la aceptación de vacunas elaboradas con líneas celulares fetales. La declaración de la USCCB declara: “En cuanto a la responsabilidad moral de quienes son simplemente los receptores de las vacunas, la Congregación [para la Doctrina de la Fe] afirma que un grave peligro para la salud podría justificar el uso de ‘una vacuna elaborada con líneas celulares de origen ilícito.’” Otra forma de decir esto es reconocer que un peligro extraordinario puede merecer una acción extraordinaria, como la autodefensa contra un agresor injusto.
Un ejemplo histórico de esto es la vacuna que se ha desarrollado para combatir la rubéola (sarampión alemán). No hay alternativa a esta vacuna, que utilizó líneas celulares fetales obtenidas por aborto en la década de 1960. Sin embargo, la rubéola presenta peligros considerables, que pueden dañar al feto de una mujer embarazada. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, si una mujer embarazada no vacunada contrae rubéola, las posibles complicaciones incluyen un aborto espontáneo o que el bebé contraiga rubéola, lo que resulta en defectos de nacimiento graves. La participación en el mal inicial del aborto en este caso, siendo muy remota, y las preocupaciones por la salud de los vulnerables, llevaron a la Iglesia a afirmar a los padres en su elección de vacunar a sus hijos, y la rubéola fue eliminada de los EE.UU. en 2004.
Debemos tener en cuenta que algunas personas no pueden ser vacunadas y tienen que confiar en que el resto de la comunidad se vuelva inmune para contener la enfermedad. Cada persona que se enferma con el COVID-19 supone una carga adicional para los sistemas de salud y los trabajadores, que en algunos lugares han estado inundados.
El Arzobispo Naumann y el Obispo Rhoades concluyen su declaración afirmando que la urgencia de la crisis que enfrentamos, la falta de vacunas alternativas disponibles y el hecho de que la conexión entre un aborto que ocurrió hace décadas y recibir la vacuna hoy es remota. No se equivoquen: la cooperación remota con el mal está mal, pero hay medidas y matices, como el peligro grave para la salud durante la pandemia del COVID-19.
Cuando llegue la oportunidad de que ustedes y sus seres queridos puedan vacunarse, habrá datos actualizados. La declaración de la USCCB afirma: “Vacunarse de manera segura contra el COVID-19 debe considerarse un acto de amor al prójimo y parte de nuestra responsabilidad moral por el bien común”.
La conclusión es que la Iglesia Católica en 2021 ve que la inoculación con las nuevas vacunas para el COVID-19 en las circunstancias actuales puede estar moralmente justificada y puede ser un acto de caridad y demostrar una preocupación por el bien común.
Obispo William F. Medley
Diócesis de Owensboro
Advertencia de no acostumbrarnos
En la declaración de la USCCB, el Arzobispo Joseph Naumann y el Obispo Kevin Rhoades advierten que no debemos dejarnos llevar por una actitud del acostumbrarnos al aborto. Aconsejan a los fieles que “…debemos estar alertas para que las nuevas vacunas contra el COVID-19 no nos desensibilicen ni debiliten nuestra determinación de oponernos al mal del aborto en sí y al posterior uso de células fetales en la investigación”.
Lea la declaración de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (en inglés) aquí: www.usccb.org/moral-considerations-covid-vaccines.
Originalmente publicado en la edición de enero de 2021 del Católico de Kentucky Occidental.