Un Mensaje del Obispo Medley | Día de Todos los Santos y el Llamado Universal a la Santidad
La Solemnidad de Todos los Santos, que celebramos el lunes, 1 de noviembre, ¡debería darnos mucha esperanza! Los santos nos muestran que a pesar de lo que podamos pensar, la santidad es posible para todos. Los santos que celebramos no son solo símbolos o seres con los que no podemos relacionarnos. Entre los santos en el cielo hay algunos a quienes hemos conocido. Todos ellos eran personas reales que vivieron vidas reales en esta tierra. Experimentaron el esfuerzo de la vida cotidiana, incluyendo los éxitos y los fracasos, las alegrías y las tristezas, el dolor y la celebración. Todos eran seres humanos ordinarios, seres humanos ordinarios que a veces hacían cosas extraordinarias, pero sobre todo que hacían cosas ordinarias con un amor extraordinario. Estaban abiertos a que Dios obrara en ellos y a través de ellos.
El objetivo del Día de Todos los Santos es que celebramos a aquellos que han ganado la carrera, que han mantenido la fe y que han hecho lo que todos y cada uno de nosotros anhelamos hacer: ver el rostro de Dios.
Este mes, hace cincuenta y siete años, el Papa Pablo VI promulgó el documento “Lumen Gentium.” Este documento del Concilio Vaticano II fue emitido el 21 de noviembre de 1964 por el Papa Pablo VI después de que los obispos reunidos en el Concilio lo aprobaran por 2151 votos contra 5. Es uno de nuestros mayores tesoros porque nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha creído y enseñado: todos estamos llamados a la santidad; todos estamos llamados a ser santos.
“…en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad. . . Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los fieles. Se expresa multiformemente en cada uno de los que, con edificación de los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida” (Lumen Gentium, 39).
Todas las personas – mujeres, hombres, jóvenes, ancianos, papa, obispo, empresarios, legisladores, los que no tienen dinero y los que tienen una inmensa riqueza – cada persona, en todo lugar y en todo momento, está llamada a vivir una vida de santidad. Como nos dijo el Papa Francisco en su discurso del Ángelus del 1 de noviembre de 2019, “…la santidad…es una vocación común de todos nosotros cristianos, de los discípulos de Cristo”.
Si bien la santidad se puede vivir en un monasterio, para la mayoría de las personas se vivirá cambiando pañales, llevando a los niños a la escuela, lidiando con la angustia de la adolescencia, pagando facturas, reparando un automóvil descompuesto o un techo con goteras, experimentando enfermedades y muertes, creciendo en relaciones y luchando con la fe. Es en estos lugares donde vivimos y es en estos lugares donde estamos llamados a ser santos.
Debido a que todos somos diferentes, la santidad se verá diferente para cada uno de nosotros. Lo que compartimos entre nosotros y con todos los santos en el cielo es la forma en que buscamos vivir nuestro llamado a la santidad, tratando en todo momento de cooperar con la voluntad de Dios y permitir que Dios actúe a través de nuestras palabras y obras. Vivimos el llamado a la santidad sirviendo a nuestro prójimo con gran amor y dando gloria a Dios en todo. Los santos nos enseñan que ver el rostro de Dios por toda la eternidad significa haber visto el rostro de Dios en nuestros hermanos y hermanas aquí y ahora. Estamos llamados a ser santos en este momento y en este lugar eligiendo el amor una y otra vez.
Como dijo el Papa Francisco en ese mismo discurso del Ángelus de noviembre de 2019: “el recuerdo de los Santos nos induce a elevar los ojos hacia el Cielo: no para olvidar las realidades de la tierra, sino para afrontarlas con más valor, con más esperanza”.
Los santos son destellos de cómo es Dios y de lo que estamos llamados a ser. Los santos nos muestran que la santidad se puede lograr pero que no se logra de forma aislada. Vivir una vida de santidad solo es posible con la gracia de Dios y nuestra libre respuesta a ella. Dios no nos llama a algo que no nos ayudará a lograr.
Al celebrar la Solemnidad de Todos los Santos, celebramos a todas aquellas personas que han sido reconocidas oficialmente como santos por la Iglesia. Pero también celebramos a todos aquellos cuyos nombres nunca estarán en una estampita y que nunca serán nombrados patronos de ninguna causa. Y estamos llenos de esperanza porque nos dan testimonio de que la santidad, ser santos, no es inaccesible para nosotros. La santidad es el hermoso destino que Dios tiene para todos.
Obispo William F. Medley
Diócesis de Owensboro
Originalmente publicado en la edición de noviembre de 2021 del Católico de Kentucky Occidental.